1 - Un día cualquiera


Era uno de esos momentos en los que los vagones pasan vacíos, los más temerosos agarran bien su equipaje y el hilo musical jamás detectable en las horas puntas se puede empezar a escuchar en toda la estación.
Aun así, el lugar estaba todavía excesivamente concurrido para él.

Sentía una especie de agorafobia que le mantenía angustiado desde ya demasiado tiempo atrás.
Se preguntaba si era mucho pedir que las actividades estériles e innecesariamente frenéticas de los demás no invadiesen su vida, y ahora, su tentativa de muerte.

Las saetas del reloj que todos ven y nadie mira avanzaban sin pena ni gloria para los demás, pero a él le retumbaban en los oídos con tal estrépito que enloquecía un poco más, si cabe, a cada segundo que allí pasaba, de pie, esperando al margen del andén.

Una luz se encendió anunciando la inminente llegada del próximo tren.
De repente se quedó helado. Jamás había sentido un escalofrío tan desagradable.
Miró fijamente la luz, tan fijamente que parecía estar tratando de descifrar un mensaje tras aquel destellito naranja.
Pero ya no había nada más que interpretar, nada más que saber.
La decisión estaba tomada y la paz eterna, prometida a sí mismo tantas veces, que de alguna manera no podía creerse que por fin aquel día había llegado.

El tren se divisaba ya a pocos metros antes del túnel de la estación.
Aquel escalofrío se volvió todavía más desagradable, hasta hacerse insoportable.

El momento había llegado, en caso contrario sería demasiado tarde y tendría que abandonar su tentativa y volver a pasar por la misma inyección de malas sensaciones de nuevo en la siguiente.
Estaba tan nervioso que ya no controlaba su cuerpo, así que se concentró en darle las últimas órdenes con todas las fuerzas que le quedaban. Unos segundos más y un paso adelante acabarían con su agonía...


- Así que te vas a tirar, ¿no?


Acababa de encontrarse con algo con lo que no contaba en absoluto.

Jamás en su vida había sentido una confusión tan abrumadora.

Los resquicios de los que iban a ser sus últimos pensamientos, ya mimetizados en su mente con la que iba a ser su última visión, se vieron súbitamente sacudidos, mezclados entre sí y contaminados por la aparición de un ser inoportuno y estridente, que, tirándole del brazo, le apartó del borde del andén, estrellándolo contra la pared, y permitiéndole contemplar la llegada del tren a una velocidad que en aquel momento le pareció vertiginosa, y acompañada de un estruendo que pareció despertarle del ensueño en que había estado inmerso durante los tan bien planificados últimos minutos.

Se encontraba con la espalda contra la pared, a pocos centímetros de una señorita de lo más convencional, que no parecía haber experimentado ni la más ligera alteración tras haber salvado a un hombre del suicidio en el último segundo.

- ¡Pum! Te suicidaste. - Y rodeándole con un brazo que acomodó en la pared, continuó - Ahora todos gritaremos, el tren frenará y el conductor se anotará otros dos sueldos más para psicoterapia. Alguna madre tapará los ojos a su hijo, algún pasajero sensiblón derramará unas lagrimitas y algún no tan escrupuloso inmortalizará el momento desde su teléfono móvil. Los altavoces anunciarán retrasos por accidente sin dar muchos detalles al respecto, como es habitual. La policía y la ambulancia no tardarán en llegar, mientras todas las personas afectadas por este retraso inesperado pasarán un buen rato maldiciendo desde sus respectivas estaciones sin la menor idea de lo que acaba de suceder.

Supongo- prosiguió- que ya no contabas con este tiempo, porque, obviamente te acabas de suicidar, por lo que espero que no te importe que te lo tome prestado. ¿Un café?


Innumerables historias han terminado en una estación subterránea sucia y decrépita, tal y como quise terminar la mía. Lamentablemente para mí en aquel momento, mis pasos hacia una muerte planificada tan sólo me condujeron al primer episodio en la historia de mi nueva vida.

2 - Trance

En sus manos, una taza de chocolate repiqueteaba en el plato haciéndole imposible llegar a beberlo sin derramarlo.
- Puedes pedir otra cosa si no te gusta - Apuntó ella mostrando una amplia sonrisa con un cierto toque de inocencia.

No podía creerse lo que estaba pasando, pero empezaba a acostumbrarse, y a esperar cualquier tipo de acontecimiento, especialmente si iba a seguir acompañado por aquella extraña señorita que parecía no inmutarse por nada y cuya existencia parecía venir de la mano de las situaciones más pintorescas.

- Gracias...

- Mara. Me llamo Mara.

- Gracias, Mara. Yo soy Leo. 

- Eras Leo. Te suicidaste, ¡yo te vi!  -  afirmó ella en un tono infantil y sin perder la sonrisa -
Yo tengo infinidad de proyectos en marcha, y el caso es que necesito demasiadas vidas para terminarlos todos. Me frustra que necios como tú, utilizando estrategias más bien pobres y no muy originales, destruyan la vida que consideran que ya les sobra, en lugar de entregársela a otros, que tal vez se encuentran más necesitados de tiempo o recursos.
Es como cuando te compras un electrodoméstico y tiras el anterior porque no tenía las funciones del nuevo, aunque nunca las vayas a utilizar - Después de estas palabras, dibujó de nuevo su habitual sonrisa, y, tras unos segundos distraída en pensamientos aleatorios, prosiguió - Me pregunto si... ya que no quieres más tu vida... me la podrías regalar. Jan es un bonito nombre para ti, ¿te gusta Jan?

- ¿Es que no quieres ni que conserve mi nombre? ¿Qué le pasa a mi nombre? - murmuró Leo, todavía aturdido.

- Si quieres puedes conservar el primero, pero ese tampoco lo elegiste tú - respondió Mara.

Leo se encontraba ya en un estado de resignación suficiente para recostarse en la silla y esperar al siguiente acontecimiento, que no se hizo esperar:

-  ¡Policía! – No uno ni dos, sino al menos ocho agentes detenían a Mara y le instaban a ser detenido sin resistencia a él también.


No sé qué estoy haciendo aquí, pero me tranquiliza saber que después de responder a sus preguntas, y dado que no he hecho nada malo, podré salir.
A veces no sé si sigo vivo o ya estoy muerto, todo esto es demasiado confuso, pero debo admitir que  es difícil no tomarse a esta mujer como la señal que, de una forma u otra, estaba esperando.

3 - ¿ Quién eres ?


- Es el procedimiento habitual, don Leonardo, le agradecemos su colaboración y lamentamos las molestias ocasionadas. Con esto es suficiente, puede marcharse.
- Pero agente, ¿se puede saber en qué andaba metida esta señorita? Como ya le declaré, nos encontramos en los alrededores y decidimos compartir un café. Eso es todo lo que sé de ella… y ciertamente me inquieta la idea de  haber podido estar sentado en una cafetería con una criminal y llegar a no saberlo nunca.
- Como comprenderá, esa información es confidencial, de hecho ni siquiera yo tengo constancia del caso. Esta ciudad es muy grande y todos los días pasan cosas, ¿entiende?
- Sí, claro… entiendo…- dijo Leo dubitativo, y, emprendiendo la marcha tras agradecer al agente su atención, se dijo a sí mismo- Me pregunto si tendrá que pasar mucho tiempo aquí…
- Tan sólo el necesario para hacer efectivo el pago de la fianza. ¡Este sistema apesta!
¡No podía ser cierto! Allí estaba ella otra vez, en la salida de la comisaría.
- Espero que no hayan sido duros contigo- Comentó, mientras emprendía lo que parecía una marcha de dos hacia algún lugar.
- Oye…Mara…- Comenzó Leo, sin saber muy bien por dónde hacerlo-  Te agradezco mucho la oportunidad que me has querido brindar, todavía no entiendo muy bien por qué lo hiciste, pero antes de poder preguntártelo he sido arrastrado aquí y esto está empezando a ser demasiado para mí. Comprenderás que necesite una explicación de lo que está pasando para poder salir de este trance.
- ¡Si es muy sencillo! Tú ibas a tirar algo que al parecer ya no te sirve, y yo te lo pedí.
- Sí, una práctica cuanto menos peculiar, pero no sólo fue eso sino que vino seguida de la detención de ambos, ¿Quién eres? ¿ y qué hiciste?
- Siempre obviando lo más importante y quedándose con los detalles más irrelevantes…Está bien: Soy Mara y robé un coche.
- ¿Tienes problemas económicos? Por tu instantánea puesta en libertad bajo lo que supongo es una sustanciosa fianza, no creo que los tengas…
- No, no los tengo. En realidad, no robé nada. Necesitaba un vehículo y pensé en tomar uno prestado y a la vuelta dejarlo en su lugar. Los coches pasan en las ciudades fuera de uso una media de veinte, ¡veinte horas de cada 24!, mientras otras personas tienen el acceso limitado a ese tipo de transporte y muchos otros servicios. Digamos que en esta ciudad, como en todas las demás, ser el propietario de un bien legitima tu derecho a darle un mal uso. Yo no voy a formar parte de ello. Crear  normas propias para este  juego acarrea sus consecuencias. Lamento que en este caso te hayas visto envuelto tú también, y espero que puedas perdonarme. En caso contrario no sé lo que vamos a hacer para convivir si me guardas rencor.
- ¿Convivir? – Leo encontraba cada vez más complicado seguir el hilo de esta conversación.
- Oh, cierto. Todavía no aceptaste darme aquello que te pedí. Y bien, ¿Qué me dices?
- ¡Te digo que estás desequilibrada y que es la primera vez que alguien me pide algo tan retorcido y absurdo!
- No tan absurdo como tu suicidio - Afirmó ella.
Leo, fuera de sí, respondió - ¡Tengo la libertad de hacer con mi vida lo que considere oportuno!
- Y, si no me equivoco, lo que estabas haciendo cuando te encontré era renunciar a ella. – Apostilló Mara sin sofocarse – En realidad, – prosiguió -  no puedo decirte que sea algo que no esperaba. A todos nos pasa lo mismo. Rechazamos algo hasta que otras personas se muestran interesadas en ello, momento en que evitamos dejar de poseerlo sin saber muy bien el porqué. Yo seguiré teniendo la misma esperanza de vida, y mis planes han sido cada vez más difíciles de cumplir en una sola, por lo que los próximos días estaré tan dispuesta a recibir tu ayuda como ahora. Aquí tienes mi teléfono – y dándole, no un número anotado, sino un teléfono móvil, añadió – Llámame cuando quieras.
Le dio un beso en la mejilla e inició su marcha de espaldas a Leo, quien por primera vez se detuvo a admirar su belleza mientras se alejaba. Sus largas ondas pelirrojas acariciaban unas curvas sinuosas. El movimiento de su falda al caminar dejaba entrever unas piernas de piel clara que marcaban un paso tan firme como armónico.
Tras verla desaparecer entre la gente,  Leo comenzó a caminar en dirección opuesta.
Sus pasos le llevaron de nuevo a la estación. Caminó hacia el túnel y se sentó en uno de los bancos del andén.
La lucecita naranja anunció la llegada del siguiente tren. Y después del siguiente… y del siguiente…

Estoy abrumado… Todavía no han pasado veinticuatro horas desde que lo intenté y ahora mismo me aterra pensar que podría haberlo logrado.
Todo lo que me dijo… es como si hubiera llegado paralelamente a las mismas conclusiones que me atormentaban a mí… Aunque parece estar metida en algo peligroso…
¡Pero iba a quitarme la vida! ¡Ahora no puede haber nada más peligroso para mí que yo mismo!
Sea como fuere, quiero saber más, y eso es algo que creí que jamás volvería a pasar. No lo de saber, sino lo de querer.

4 - Christian

- No se hereda un imperio empresarial sólo con matrículas de honor en una escuela de prestigio. Mi chico sabe que su agenda de idiomas, el conservatorio e incluso sus medallas deportivas son tan importantes como todo lo demás para llegar a ser alguien de provecho. ¡Y mantiene un rendimiento envidiable! – El padre presumía de hijo en una reunión de amigos de fin de semana. Frotando la rubia cabellera del niño, prosiguió- Y eso es lo que conseguirás, la envidia de todos, ¡el éxito!
Christian miraba a sus padres y a los demás adultos congregados a su alrededor con una sonrisa de agradecimiento.
Realmente, se trataba de un niño especial.
A sus doce años ya contaba con una formación de élite a la que no todos los niños podían acceder. Pero no se trataba solamente de esto. Contaba con un grado de lucidez mental extraordinario y su capacidad de razonamiento estaba mucho más desarrollada que la de la gente a su alrededor.
Era un niño disciplinado y educado para heredar algún día un importante y por todos anhelado cargo de poder. Criado en estos valores, quizá de vez en cuando echaba de menos otros ambientes, tal vez jugar, o fantasear imaginándose en la edad adulta como un aventurero alrededor del mundo, pero sabía perfectamente lo que debía hacer, y el futuro prometedor que le esperaba valía esa pena con gran diferencia.

Esa tarde Christian tenía que asistir a unas últimas lecciones extraescolares, a las que un chófer solía llevarle desde su casa.
- Lamento tener que dejarles, pero mi coche debe de estar ya esperando. Mamá, papá, nos vemos en la cena.
- De acuerdo hijo, ¡ten cuidado!
- ¡Dame un beso, cariño! –dijo su madre, acercándose, y, arreglándole la chaqueta por las solapas, le recordó – No te expongas al frío… no querrás retrasarte en tus actividades por un resfriado, ¿verdad? ¡Y manda un saludo a tus instructores de nuestra parte! ¡Te quiero!

Atravesando el jardín, el niño llegó a la entrada de la finca, y el coche no tardó en llegar.
Hoy se encontraba especialmente distraído.
Soñaba despierto imaginándose a sí mismo en tierras exóticas, rodeado de criaturas fantásticas. Pensaba también en sus amigos, y en Lulu… esa niña tan bonita a la que esperaba impaciente ver el lunes de nuevo en la escuela.
Era consciente de que al llegar al destino su mente debía estar libre de distracciones, y su rendimiento al máximo. Así que se dejó llevar en los pocos minutos que le quedaban…

El grupo de amigos agotaba ya los últimos rayos de sol en la terraza del jardín, y algunos comenzaban a marcharse.
En la distancia apareció un hombre delgado y canoso, vestido con un uniforme. Se aproximaba al lugar donde se encontraban los demás, y los padres de Christian lo reconocieron de inmediato.

.- ¿Ya volviste de llevar al niño? – preguntó su madre – No me gusta que te excedas en velocidad cuando…
- ¡Señora! ¡No le encontré! – Se apresuró a decir el chófer – Llegué diez minutos antes de la hora fijada y esperé por veinte minutos más. Pregunté a uno de sus invitados, que ya se marchaba, y cuando me dijo que el niño ya se había ido hacía más de media hora, supuestamente a encontrarse con el coche que le recogería, vine lo más rápido que pude a informarles de que no es así, no le recogí. ¿Saben ustedes a dónde fue el chico?

Debo ser razonable y mantenerme tranquilo. Al parecer nadie va a hacerme daño, por lo que definitivamente, el móvil es económico. Sabíamos que, dada la posición de mi familia, esto podía pasar. Me lo habían explicado.
No temo por mi vida, sólo me preocupa lo mal que lo deben estar pasando papá y mamá en estos momentos. Me gustaría poder decirles que estoy bien, espero que me den la oportunidad…
Ellos saben cómo actuar en estos casos, así que calma, Christian, calma…

5 - Lección

- Acepto.

- Justo a tiempo. Me vendría muy bien un poco de ayuda.

- De acuerdo, pero quiero que tengas claro desde el principio que no me he vuelto loco y he decidido convertirme en esclavo de alguien todavía más loco que yo. Mi oferta se limita a servirte de ayuda, dado que ya no considero que tenga nada que perder, y ciertamente esto parece interesante. Formaré parte de aquello en lo que estés metida siempre y cuando se encuentre dentro de los márgenes de la ley y reconozcas mi libertad absoluta de acción y decisión.

- No esperaba menos de ti.

- Bien, ¿y ahora qué?

- Te mandaré mi dirección en un mensaje y nos veremos aquí. Vivir juntos va a ser mucho más práctico, pero no seré yo quien tome esa decisión por ti. Quédate unos días, y si decides instalarte, ¡eres bienvenido! ¡Nos vemos!

Leo recogió sus cosas, las metió en una maleta y cerró tras de sí la puerta de su apartamento, que parecía preguntarse a dónde iba. Ni siquiera él lo sabía…
Una hora más tarde, tocaba el timbre de casa de Mara.

- ¡Bienvenido! ¿Cómo estás? Oh… cuéntamelo a mi vuelta, ¡tengo que salir! Cuida del niño, por favor – y, dirigiéndose esta vez hacia el salón, añadió – ¡Jan cuidará de ti, cariño! ¡Vuelvo enseguida! ¡Ciao!
El portazo sonó tras él, y se quedó solo en el recibidor, petrificado.

Había pensado en los servicios de inteligencia, la mafia… pero no se había imaginado que lo primero a lo que tendría que enfrentarse era nada menos que ¡un niño!
Su pasado estaba demasiado marcado por malas experiencias con los niños de los demás, aunque quizá era el momento de superar todo aquello… Trató de sacarse todos esos malos pensamientos de la cabeza, y entró en el salón, donde el niño leía un cómic echado en la alfombra.

- Hola Jan, me llamo Christian.

- Hola Christian, si necesitas cualquier cosa, simplemente házmelo saber.

- En realidad tengo un poco de hambre, ¿podemos cocinar?

- ¡Claro! Es una muy buena idea.

Todo iba muy bien en la cocina. Se respiraba un aire de distensión y los recién conocidos se habían caído muy bien.

- Mara… ¿es tu mamá?

- ¿Mara? ¿Te refieres a Clara?

- Supongo que sí… - respondió Leo. No podía en absoluto mostrarse sorprendido por lo del nombre falso a estas alturas.

- Te creía cómplice del secuestro – dijo el niño

- ¡¿ Secuestro ?!

- ¡Hola de nuevo, queridos! – Se escuchó desde la entrada - ¿Cómo os lo habéis…

- ¡Me pregunto qué parte no entendiste de “dentro de los márgenes de la ley”! ¿Secuestro? 

Mara cogió una libreta y escribió una cifra – Mira, este es el rescate por Christian – añadió.

- ¿Has armado todo esto por esa cantidad? 

- No necesito más…

- ¡Dios mío! ¡Hasta yo mismo puedo darte un cheque por esa cantidad! ¡Lo haré si dejas en libertad al niño inmediatamente!

- No creo que quiera… ¡Pero me alegra que saques todo este tema legal! De eso precisamente quería hablar contigo… Supongo que para continuar conmigo, (perdona cielo, con nosotros) deberás dejar tu filtro hecho con leyes y empezar a usar uno hecho con valores. Lo que está pasando aquí es sólo una lección debida más.

- ¡Tú no eres nadie para dar lecciones de vida!

- No dije “lección-de-vida”, sino “lección-debida”, lección debida por todos a todos. Nunca dije que fuese yo quien la impartiese. ¡Eso es siempre recíproco!
 Decidí dedicarme a la educación y lo hice de esta forma. 

- Supongo que a estas alturas es ridículo que te pregunte si estudiaste magisterio…- comentó Leo con resignación.

 - Mi financiación viene de los rescates, - respondió Mara -, aunque lo que esos niños dejan aquí es mucho más valioso, y supongo que así es también con lo que ellos se llevan de vuelta a sus casas.

- ¿Esos? Así que es toda una tradición, por lo que veo… Dios mío…

- Si me permiten la intromisión – apareció Christian – me gustaría compartir con Jan mi experiencia. He estado aquí semanas, y no digo que el principio no fuera confuso, pero ahora todo es diferente. Clara me explicó cuál era la función que desempeñaba mi familia en el tejido económico del país, e incluso de otros países. Siempre se me había hablado del éxito, pero nunca de a costa de cuántas personas iba a conseguirlo. Sigo optando a heredar ese cargo de poder y algún día será mi generación la que pueda cambiar todo aquello que hoy no es justo. Tras mi estancia aquí, podré luchar por las cosas por las que nadie excepto ella me ha enseñado. Me contó cosas que no me agradaron al principio, o incluso me hicieron daño, pero cuando salga ahí fuera y pueda probarlas, entonces seré un poco más libre que antes.

- De hecho hasta que no salgas a probarlas y te formes una opinión propia, no quiero que empieces a luchar – Añadió Mara – Así que ¡disfruta! Tita Clara y tito Jan cuidarán de ti.

- Pero… - Leo no podía estar más confuso – llevando aquí tanto tiempo, la policía ya debe de estar pinchando las líneas y preparándote un castigo horrible por esto, especialmente si se trata de una familia influyente.
- ¡Eso sólo pasa en las novelas! – Respondió Mara, pocos segundos antes de escuchar golpear en la puerta:

¡Pum, pum pum! “¡Abran inmediatamente!”

6 - Irrupción


Mara se puso seria, condujo a los demás a un rincón y fue al otro lado de la puerta. Con su voz más dulce preguntó:

- ¿Sí? ¿quién es?

- ¡Ministerio de Justicia, departamento de Medicina Forense! – Pudieron escuchar todos.

- Sí, bueno… Debe de haberse equivocado…

- Señorita, sabe perfectamente que la dirección no está equivocada – respondió firme y rápidamente la voz tras la puerta - ¡le insto a abrir inmediatamente!

Mara abrió sin prevenirles. Leo estaba nerviosísimo, oculto junto al niño en un rincón que sería tan susceptible de inspección como cualquier otro lugar de la casa… adonde, si lo que habían enviado era un médico forense, no creía precisamente que lo que viniesen buscando fueran joyas robadas o documentos falsos… No sabía si estaba preparado para presenciar un levantamiento de cadáver, y mucho menos dispuesto a exponer al niño a un acontecimiento tan traumático.

- ¿Y bien? ¿A qué se debe esta irrupción tan violenta en mi propiedad? 

- ¡Demasiado tiempo sin verte, preciosa!

-¡Demasiado, querido! – y en lo que se podía escuchar desde el rincón como un achuchón de viejos amigos, Mara añadió - ¿Cómo está mi pequeño destripador de cadáveres? Pasa, que te presento…

Leo y el niño estaban pálidos y rígidos, todavía en el rincón. El corazón parecía querer salírseles del pecho a ambos.
Un chico joven, vestido de una forma estrambótica y oscura, apareció en el salón con un “¡hola amigos!” y un ademán fraternal que no encajaban con su imagen.

- ¿De qué va esto? - A Leo le costaba demasiado articular las palabras para andarse con rodeos.

- Entiendo tu confusión, amigo, pero puedes estar tranquilo. Iniciativas como las de Julia…

- ¿Julia? – Dijo Christian

-¡Clara! – Dijo ella.

- ¡Oh! ¡Por supuesto!, Clara… - prosiguió el joven – Como os iba diciendo, iniciativas como la de mi querida amiga Clara precisan en ocasiones un despliegue de medios adecuado. Yo fui uno de sus niños, (adolescente, uno de los peores), y tuve el privilegio (o desgracia) de estudiar medicina en cuatro universidades distintas del mundo. Una vez se ha adquirido el conocimiento técnico suficiente, no se tarda mucho en detectar el fraude en aquello que estudias, puesto que el fraude está en todas las áreas y materias, en todas las aulas y universidades, contribuyendo a reforzar una ya poderosa red que atrapa al planeta y nos obliga a mantener un sistema antinatural basado en locuras que tomamos como verdades.
Pensé  en dejarlo todo e iniciar mi propio camino, pero consideré la posibilidad de infiltrarme en alguna institución gubernamental, (cosa que con mi currículum no podía ser complicada), y servir de ayuda, desde allí, a proyectos tan extraordinarios, complejos y excitantes como este. – Y, sacando un maletín, concluyó – Vamos a ver cómo está el pequeño Christian, y en un par de horas podréis quedaros de nuevo disfrutando en familia.
El joven se llevó al niño a otra habitación. Mara tomó a Leo por los hombros, invitándole a tomar asiento:

- Comprendo cómo te sientes. Lamento no haberme tomado contigo el tiempo que me tomo con los chicos. Mereces muchas explicaciones y quiero que te tomes la libertad de pedirlas.

- Si te soy sincero, no sé por dónde empezar…

- Esto es lo que ves, y creo que has visto suficiente como para forjarte una opinión y decidir si quieres, o no, formar parte de esto.

- Todo esto parece sacado de un sueño para mí. – Comenzó Leo – Yo soy maestro, y llevo demasiado tiempo respetando la línea que hay que dibujar entre el niño y tú cuando no es hijo tuyo. Algunas familias siguen creyendo que a los niños solamente les educan los maestros. Paradójicamente, si educas a un niño en el pensamiento crítico y éste acaba cuestionando los dogmas que aprendió en su seno familiar, entonces te estás entrometiendo en un asunto que es de índole privada y las consecuencias de ello pueden ser horribles para tí, ¡como si del comportamiento de todos los demás no dependiese también mi futuro! Yo sufrí esas consecuencias, y esas consecuencias casi me arrojan a las vías.
Los padres quieren pequeñas copias de sí mismos en las que proyectar sus propias frustraciones. La autoridad se presupone, el respeto se desvirtúa, el error se castiga. La solución no es esperar a tener a tus propios hijos, para desquitarte imponiéndoles todo aquello que no puedes imponer a los hijos de los demás. ¡Maldita sea! ¡Eso no funciona así!

Una lágrima empezaba a correr por la mejilla de Leo. Mara le abrazó fuerte y él rompió a llorar.
Unos minutos más tarde… él prosiguió: 

-Claro que… no me había planteado nunca hacer algo así… por todo esto del libre albedrío y demás… - Su tono sarcástico les hizo empezar a reír.

- Me encuentro en un proceso de aprendizaje continuo, siempre tratando de ser un poco más justa, un poco más coherente, un poco más ética. Con todo en contra, es lo mejor a lo que he podido llegar por ahora. Pero creo en esto con todas mis fuerzas y pongo mucha energía en que dé frutos. Al parecer no va a ser necesario que te explique el problema, y si te unes no seré yo, sino ambos, quienes aportemos soluciones.

Y me uní a ello. No sé si he hecho bien en dar el sí a una persona que ni siquiera muestra su verdadera identidad. Ni siquiera sé qué voy a tener que dar de mí mismo, pero ya estuve dispuesto una vez a perderlo todo. Voy a permitirme estar vivo esta vez para saber qué resulta de esto.

7 - Hogar

El cielo era de color púrpura y el sol todavía remoloneaba por debajo de la línea del horizonte.
En casa reinaba el silencio y las estancias empezaban a iluminarse poco a poco con la luz de lo que iba a ser un soleado día de invierno.

Leo escribía en su diario junto a la ventana, cuando escuchó a alguien tocar suavemente a la puerta, solicitando permiso para entrar.
A su respuesta, el niño entró cerrando tras de sí y se sentó a su lado.

- Yo también escribo un diario.

- Ahora ya tenemos dos cuadernos en los que poder dejar constancia de toda esta locura, ¿no crees?

- Sí… - respondió Christian riendo, y ambos se quedaron callados, viendo amanecer por la ventana.

- Se supone… - arrancó Leo titubeante, sacando al niño de sus pensamientos- Se supone que yo soy tu secuestrador…  lo cual me hace sentir muy violento y no saber cómo actuar. 
Como comprenderás, – prosiguió, ante la atenta mirada del chico -, discrepo categóricamente con la manera en que se te ha restringido la libertad, pero comprendo el objetivo de Clara con ello. Y es nada menos que dejar, de una vez por todas, de permitir a los poderosos (y sus cachorros) seguir tomándose…

- La libertad de elegir lo injusto. Lo sé. Y ahora, lo comparto, creo…

Parecía que, sin haberse coordinado previamente, los secuestradores expresaban sus ideas en la misma línea de discurso y se basaban en los mismos fundamentos. Leo estaba impresionado con esto, y también con la lucidez mental del pequeño Christian, quien, espontáneamente, se había puesto a dibujar y colorear criaturas fantásticas en el cuaderno donde antes escribía.
Leo se quedó observando enternecido las monstruosas criaturas que el niño inventaba, hasta que éste, dando un brinco, se irguió y disculpó atropelladamente:

- Oh! Lo siento, perdóname, te prometo que no leí nada… ¡lo lamento mucho! Clara me acostumbró en poco tiempo a que nada es de nadie en esta casa, sino que lo utiliza quien lo necesita, ¡y me permití la grosería de garabatear tus escritos!

- ¡Quedó genial! Y yo también vivo en esta casa, así que las normas, son las normas.

- Oh, gracias…

Tras unos segundos más de silencio, Leo preguntó:

- ¿Echas de menos a tu familia?

- Sí, y lo que más me preocupa es que no sufran. Pero siempre supe que hay muchas más personas ahí fuera, sufriendo por muchas otras razones, y ahora todo esto va a cambiar algo en mi familia para muy bien.

- ¿Tú crees?

- No tienen más remedio. Clara no me soltará hasta que no cumplan con su parte, y yo no pienso escaparme.

- Pero… le envían más y más dinero cada día… ¿Qué rescate estableció entonces?

- Al parecer todavía no sabes que el rescate lo pacté yo mismo – respondió el niño.

- ¿Tú mismo? Explícate.

- Clara me recogió y condujo aquí. Tras las primeras horas de confusión comencé a aceptar comunicarme con ella y fue entonces cuando me explicó debidamente el “por qué yo”. Mi madre y mi padre son magnates de la ingeniería, en posesión de las patentes de los más avanzados dispositivos y la tecnología más vanguardista. Estos son frutos de largas y siempre ampliadas carreras y muchos años de duro trabajo. Les admiro y admiraré por ello.
Lamentablemente, - prosiguió -, los contratantes que mantienen su imperio son industrias armamentísticas y servicios gubernamentales, parte del negocio familiar que, obviamente, nadie me había explicado. – el chico tomó aire para continuar, ante la atónita mirada de leo – Clara me dio toda la información que creyó pertinente, y me dejó como tarea pactar mi propio rescate, exigiéndoles un cambio en el sentido que yo mismo considerase justo. No me gustan las guerras, así que pacté mi vuelta con la condición de que, al margen de los beneficios que perdiesen con esta maniobra, todos los productos bajo su patente quedasen fuera del alcance de industrias orientadas al uso militar y de seguridad de estado. ¿Te parece apropiado?

- Me parece brillante, estoy muy impresionado.

- ¡Buenos días, familia! ¿Quién quiere desayunar?

Estoy empezando a disfrutar mi estancia en este espontáneo hogar. Al parecer va a llevar un tiempo que el chico se reúna con su familia. No sólo es brillante, sino también muy fuerte. No diría que el mundo necesita líderes inteligentes, fuertes y valientes como él, sino más bien que necesitamos gente tan inteligente, fuerte y valiente como él para comprender y mantener un mundo sin líderes.

8 - Diarios

“Nuestros frutos llegaron junto con el sol y las flores. Han sido un invierno magnífico, una más que grata compañía, una operación impecable y una lección maravillosa para todos.

Parece que fue ayer cuando escribía en este mismo cuaderno sobre el hombre de la estación.
A los ojos de los demás, pasar desapercibido le resultaría sencillo. Pero no para mí. Detecté enseguida  todos sus vanos intentos de tender a la normalidad. Su hermosa melena recogida con sobriedad me hizo imaginarla suelta, la americana que no permitiría adivinar si era alumno o profesor  y sus zapatillas deportivas camufladas tras los colores típicos de los zapatos de oficina me llamaron la atención, y  el hecho de no llevar cartera me hizo sentir curiosidad sobre el contenido de sus bolsillos y su destino de esa tarde. Me entretuve entonces intentando descifrar el contenido de su mente, y tuve, tras ello, que intervenir y cambiar su destino...para siempre.

Entiendo qué es lo que lleva silenciar a quienes,  como él, usan la razón y el pensamiento crítico, perdonan y enseñan sin esperar nada a cambio, son ellos mismos y ayudan al resto a expresarse, luchan y se preocupan por todos los demás. Entiendo por qué no los quieren… pero cada vez me enfurece más esa realidad. A él no le gusta que las cosas desemboquen en sentimientos destructivos como la  furia o el odio, y cada vez le gusta más que todo acabe en lección.
Creo que él es mi lección debida de paciencia, respeto y empatía.

El chico… el chico es extraordinario. Ya termina todo, después de tantos meses.
Mañana le llevaré a su ciudad natal en coche y llegará a casa por su propio pie, un día antes de lo esperado, para evitar la expectación.
No puedo decir que le echaremos de menos, puesto que seguiremos compartiendo hogar, (nuestro mundo), y seguiremos formando parte, ahora más activa que nunca, de un todo que, gracias a personitas tan maravillosas como él, sigue teniendo futuro.
Ya a una edad tan temprana, me ha regalado una importante lección de raciocinio y objetividad, entre muchas otras.

Para no recrearme mucho en lo que a cada segundo va quedando más y más atrás en el pasado, me centraré ahora en la pequeña Ángela. Ya está todo listo para dar el golpe. Pero antes, démosle a nuestro querido Christian la despedida que se merece.”


“Fue muy impactante enterarme de que había un niño secuestrado en esta casa, y saber que tenía que asumir el rol de responsable. También me resultó extremadamente difícil tomar una decisión al respecto, y me llevó un tiempo encajar todos los componentes de esta maniobra. 

Nunca podría  siquiera haber imaginado que a un paseo de mi casa se desarrollaba una tan disparatada como brillante empresa desde tantos años atrás.
Fue, no obstante, muy sencillo para mí acostumbrarme a esta convivencia, y voy a echar mucho de menos al chico cuando mañana se vaya de vuelta a casa.

He presenciado conversaciones telefónicas con su familia de las que agotarían a un negociador profesional. Y él solo, a sus doce años, dio a sus padres su lección debida de ética y a mí un impecable ejemplo de perseverancia.  

Ella… ella sigue siendo para mí como mil misterios latentes dentro de un dulce y bello envoltorio.
Esa aparente indiferencia que mostraba ante acontecimientos extremos, como el del día que nos encontramos, ha tomado forma con el tiempo, permitiéndome descubrir que, totalmente opuesta a la  indiferencia, esa actitud no era sino muestra de una plena conciencia de lo que somos y lo que nos rodea, alejada del egocentrismo habitual de creer que los humanos, su existencia y su legado son más relevantes que cualquier otro elemento del universo.
¿Qué importancia tiene una ley humana entonces, cuando todo empieza a comprenderse como una sola cosa? Creo que la lección debida más importante que hasta ahora me ha regalado ha sido esta dosis de realismo, y definitivamente, ha tocado mi conciencia y mi corazón.”


“Esta es la última noche que voy a pasar aquí. Hemos estado hablando horas y horas, e intuyo que no soy el único que siente nostalgia incluso antes de la separación. Quiero escribir unas líneas antes de intentar dormir, aunque no creo que vaya a poder.

Jamás fui tan libre como durante los meses que ha tardado en resolverse mi secuestro.
Podrían haber vengado a las víctimas del negocio de mi familia a través de mí, torturándome, chantajeándome y extorsionándome el resto de mi carrera y de mi vida. Pero decidieron informarme, enseñarme, ayudarme y protegerme, incluyéndome en su grupo, en su causa y en sus vidas.

He aprendido qué es lo que necesito para vivir y me he hecho consciente de la cantidad de recursos que literalmente me sobran y me convierten, a mí también, en esclavo de mi propio estilo de vida.
Me he conocido a mí mismo como sistema abierto gracias a lo que supongo es una lección debida de conciencia.

He olvidado los modales y he aprendido a diferenciarlos del verdadero respeto. He discutido horas y horas y he aprendido a alegrarme de poder probarme equivocado. He contemplado el cielo, los árboles, la lluvia y la nieve, y he vuelto a tener tiempo de jugar. 

Eché de menos ver a Lulu en la escuela, tan bonita… tan dulce… Pero no sé si a mi salida todos mis amigos me van a parecer tan distintos que incluso la preciosa Lulu va a dejar de interesarme.

Me pregunto cómo se tomará todo esto mi familia…
Me alegro muchísimo de volver a reunirme con ellos, pero me siento decepcionado.
Sabía que hay cosas que a los adultos les cuesta mucho explicar a los niños, y sabía que hay  personas con cargos poderosos que no comparten sus asuntos ni siquiera con sus familias por motivos de seguridad. Pero no sabía los porqués.

Hemos creado una sociedad en la que se hacen cosas injustas y horribles al amparo de la ley, y nuestros padres no desean mancharnos las manos antes de tiempo, reservándonos algo así como el derecho a un cierto periodo de inocencia e ilusión.
En lo referente a motivos de seguridad… si acaso es menos vergonzoso cuantos menos miembros de la familia saben lo manchados de sangre que están los bienes y servicios de que disponen. Así todo es más fácil, supongo… pero yo soy sólo un niño…”

9 - Ángela


El pez más gordo vuelve a casa tras un largo día de visitas, llamadas intermitentes y una buena dosis de lo que a él le gusta llamar "burocracia".
No se parece a los malos de las películas, aunque, como muchos de ellos, regresa a una mansión que como ya todos intuímos no merece, se sirve una copa que aparentaba haber estado esperando poder tomar, y, tras una oración de lavado de conciencia, al parecer ésta descansa y le deja dormir.


El agente de la ley termina su servicio por hoy. Se ganó el sueldo. Doble sueldo.
Esta semana sus competencias en comisaría, más lo que él prefiere llamar "trámite", le costaron mucho tiempo, que pudo haber empleado en estar con su niñita, pero siempre encontraba la manera de compensarlo con regalos que otros papás no hacen.
Cualquiera que estuviera en su lugar hubiese hecho lo mismo. Es fácil señalar desde lejos y tachar a uno de corrupto, pero no hay, a su juicio, persona que no sucumba a tan poderoso incentivo, como es asegurarse, en sólo unos pocos movimientos, la estabilidad económica de su familia de por vida. Cuando uno tiene hijos, hace lo que sea...


Cuando uno tiene hijos, hace lo que sea. Que se lo digan al último eslabón en la cadena, el distribuidor de calle.
Hoy, a la misma hora que el jefe que le proporciona la mercancía y que nunca conocerá bebe licor del caro, y a la misma que la autoridad que hizo la vista gorda compra un bonito juguete para su niña por internet, el vendedor entra en un piso sucio y decrépito, tratando de no hacer ruido al girar la llave y cerrar la puerta tras de sí.
Entra en una pequeña sala destartalada, saltando sobre el desorden para alcanzar el sofá donde duerme una joven mujer todavía con uniforme de trabajo.
Se despierta y, somnolienta, se abraza a él, que la levanta y la conduce despacio a otra estancia.

Ella apoya el costado y la cabeza en el marco de la puerta, y observa cómo él entra hasta la cama donde un niño duerme abrazado a un muñeco de trapo.
Su padre lo besa y arropa, y deja, como cada noche, una piedra de la playa sobre una caja de cartón que sirve de mesita de noche. Así, el niño, al despertarse, sabe que su papá, aunque debe irse demasiado temprano a trabajar para darle los buenos días, y volver demasiado tarde para darle las buenas noches, ha estado ahí cuidando de él y le quiere.

Después de esto, ambos se van a la cama. No tienen ya fuerzas para mucho más que fundirse en un abrazo y dormirse deseando que las horas de descanso pasen lentas.


- ¿Esa pistola es de verdad? - Pregunta la niña excitada a los compañeros de su papá.


- ¡No, no no no! - Respondió apurado un agente, cansado de vigilar a la hija de su colega mientras éste terminaba - Esto no es divertido, ¿por qué no te das una vuelta por allí? En la zona de espera hay tebeos y a veces vienen otros niños.


- ¡Vale! - Respondió ella, comenzando ya a correr hacia la salida sin mirar... y de pronto - ¡Uy! - Tropezó de frente con un hombre desaliñado y taciturno, que caminaba esposado y escoltado hacia el despacho de su padre. Se asustó y, con un tímido - "perdón..." - , se apresuró a salir.


El susto se le pasó en cuestión de segundos, que es lo que tardó en descubrir una sala llena de esos típicos objetos a los que un adulto no da importancia, y que pueden convertir la tarde en toda una aventura.
Mientras jugaba con teléfonos fuera de uso y cafeteras antiguas, vio que desde la ventana la observaba un niño de su edad. Estaba con su mamá. Parecía triste, aunque se mostraba al mismo tiempo interesado en el juego.
Esta parte es bastante sencilla entre niños. Ella corrió a la ventana y, a través de ella, gritó:


- ¡Eh, niño! ¿Juegas?


El niño miró a su madre, quien dio su aprobación, y entró en la comisaría.


Después de muchos juegos, la niña seguía esperando que su padre terminase, y el niño que el suyo saliese. Sentados, dibujando, y algo aburridos, hablaban cada tanto:


- ¿ Y qué hace tu papá?


- Es marinero, y todos los días me trae piedras de la playa, ¡son muy bonitas!


- El mío es policía, y trabaja aquí


- Hoy lo han traído aquí, y mi mamá está muy preocupada. ¡Puede que tu papá le pueda ayudar!


- ¡Seguro que sí! - Respondió ella.


Un agente entró en la sala y vio a los dos niños. Miró con reproche a la madre a través de la ventana, que instó al niño a volver a salir del edificio, y acompañó a la niña a una sala de espera donde debía estar cuando su padre saliese.

Pero para entonces, la niña ya no estaría allí.


Anochece en la casa que poco a poco se ha convertido en mi hogar.
Siempre sentí cierta inseguridad al tratar con mujeres, aunque tengan diez años. El comienzo no ha sido fácil, desde luego.
Me gustaría decir que ahora ellas conversan en el salón, pero lo que escucho desde aquí es una tensa negociación. No veo ni el momento ni la manera de intervenir. No sé si valgo para esto... Claro que jamás viví nada parecido a lo que pasó con Chris.
Mi cabeza está llena de inquietudes. Siento culpa por ser cómplice de un acto que probablemente mantiene a un padre aterrorizado ahora mismo, remordimientos por no saber suficiente acerca de él y haber decidido interferir en su vida sin el consentimiento de nadie...  Pero lo que más me atormenta es el hecho de que, sienta lo que sienta, ya no hay vuelta atrás.