4 - Christian

- No se hereda un imperio empresarial sólo con matrículas de honor en una escuela de prestigio. Mi chico sabe que su agenda de idiomas, el conservatorio e incluso sus medallas deportivas son tan importantes como todo lo demás para llegar a ser alguien de provecho. ¡Y mantiene un rendimiento envidiable! – El padre presumía de hijo en una reunión de amigos de fin de semana. Frotando la rubia cabellera del niño, prosiguió- Y eso es lo que conseguirás, la envidia de todos, ¡el éxito!
Christian miraba a sus padres y a los demás adultos congregados a su alrededor con una sonrisa de agradecimiento.
Realmente, se trataba de un niño especial.
A sus doce años ya contaba con una formación de élite a la que no todos los niños podían acceder. Pero no se trataba solamente de esto. Contaba con un grado de lucidez mental extraordinario y su capacidad de razonamiento estaba mucho más desarrollada que la de la gente a su alrededor.
Era un niño disciplinado y educado para heredar algún día un importante y por todos anhelado cargo de poder. Criado en estos valores, quizá de vez en cuando echaba de menos otros ambientes, tal vez jugar, o fantasear imaginándose en la edad adulta como un aventurero alrededor del mundo, pero sabía perfectamente lo que debía hacer, y el futuro prometedor que le esperaba valía esa pena con gran diferencia.

Esa tarde Christian tenía que asistir a unas últimas lecciones extraescolares, a las que un chófer solía llevarle desde su casa.
- Lamento tener que dejarles, pero mi coche debe de estar ya esperando. Mamá, papá, nos vemos en la cena.
- De acuerdo hijo, ¡ten cuidado!
- ¡Dame un beso, cariño! –dijo su madre, acercándose, y, arreglándole la chaqueta por las solapas, le recordó – No te expongas al frío… no querrás retrasarte en tus actividades por un resfriado, ¿verdad? ¡Y manda un saludo a tus instructores de nuestra parte! ¡Te quiero!

Atravesando el jardín, el niño llegó a la entrada de la finca, y el coche no tardó en llegar.
Hoy se encontraba especialmente distraído.
Soñaba despierto imaginándose a sí mismo en tierras exóticas, rodeado de criaturas fantásticas. Pensaba también en sus amigos, y en Lulu… esa niña tan bonita a la que esperaba impaciente ver el lunes de nuevo en la escuela.
Era consciente de que al llegar al destino su mente debía estar libre de distracciones, y su rendimiento al máximo. Así que se dejó llevar en los pocos minutos que le quedaban…

El grupo de amigos agotaba ya los últimos rayos de sol en la terraza del jardín, y algunos comenzaban a marcharse.
En la distancia apareció un hombre delgado y canoso, vestido con un uniforme. Se aproximaba al lugar donde se encontraban los demás, y los padres de Christian lo reconocieron de inmediato.

.- ¿Ya volviste de llevar al niño? – preguntó su madre – No me gusta que te excedas en velocidad cuando…
- ¡Señora! ¡No le encontré! – Se apresuró a decir el chófer – Llegué diez minutos antes de la hora fijada y esperé por veinte minutos más. Pregunté a uno de sus invitados, que ya se marchaba, y cuando me dijo que el niño ya se había ido hacía más de media hora, supuestamente a encontrarse con el coche que le recogería, vine lo más rápido que pude a informarles de que no es así, no le recogí. ¿Saben ustedes a dónde fue el chico?

Debo ser razonable y mantenerme tranquilo. Al parecer nadie va a hacerme daño, por lo que definitivamente, el móvil es económico. Sabíamos que, dada la posición de mi familia, esto podía pasar. Me lo habían explicado.
No temo por mi vida, sólo me preocupa lo mal que lo deben estar pasando papá y mamá en estos momentos. Me gustaría poder decirles que estoy bien, espero que me den la oportunidad…
Ellos saben cómo actuar en estos casos, así que calma, Christian, calma…

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