5 - Lección

- Acepto.

- Justo a tiempo. Me vendría muy bien un poco de ayuda.

- De acuerdo, pero quiero que tengas claro desde el principio que no me he vuelto loco y he decidido convertirme en esclavo de alguien todavía más loco que yo. Mi oferta se limita a servirte de ayuda, dado que ya no considero que tenga nada que perder, y ciertamente esto parece interesante. Formaré parte de aquello en lo que estés metida siempre y cuando se encuentre dentro de los márgenes de la ley y reconozcas mi libertad absoluta de acción y decisión.

- No esperaba menos de ti.

- Bien, ¿y ahora qué?

- Te mandaré mi dirección en un mensaje y nos veremos aquí. Vivir juntos va a ser mucho más práctico, pero no seré yo quien tome esa decisión por ti. Quédate unos días, y si decides instalarte, ¡eres bienvenido! ¡Nos vemos!

Leo recogió sus cosas, las metió en una maleta y cerró tras de sí la puerta de su apartamento, que parecía preguntarse a dónde iba. Ni siquiera él lo sabía…
Una hora más tarde, tocaba el timbre de casa de Mara.

- ¡Bienvenido! ¿Cómo estás? Oh… cuéntamelo a mi vuelta, ¡tengo que salir! Cuida del niño, por favor – y, dirigiéndose esta vez hacia el salón, añadió – ¡Jan cuidará de ti, cariño! ¡Vuelvo enseguida! ¡Ciao!
El portazo sonó tras él, y se quedó solo en el recibidor, petrificado.

Había pensado en los servicios de inteligencia, la mafia… pero no se había imaginado que lo primero a lo que tendría que enfrentarse era nada menos que ¡un niño!
Su pasado estaba demasiado marcado por malas experiencias con los niños de los demás, aunque quizá era el momento de superar todo aquello… Trató de sacarse todos esos malos pensamientos de la cabeza, y entró en el salón, donde el niño leía un cómic echado en la alfombra.

- Hola Jan, me llamo Christian.

- Hola Christian, si necesitas cualquier cosa, simplemente házmelo saber.

- En realidad tengo un poco de hambre, ¿podemos cocinar?

- ¡Claro! Es una muy buena idea.

Todo iba muy bien en la cocina. Se respiraba un aire de distensión y los recién conocidos se habían caído muy bien.

- Mara… ¿es tu mamá?

- ¿Mara? ¿Te refieres a Clara?

- Supongo que sí… - respondió Leo. No podía en absoluto mostrarse sorprendido por lo del nombre falso a estas alturas.

- Te creía cómplice del secuestro – dijo el niño

- ¡¿ Secuestro ?!

- ¡Hola de nuevo, queridos! – Se escuchó desde la entrada - ¿Cómo os lo habéis…

- ¡Me pregunto qué parte no entendiste de “dentro de los márgenes de la ley”! ¿Secuestro? 

Mara cogió una libreta y escribió una cifra – Mira, este es el rescate por Christian – añadió.

- ¿Has armado todo esto por esa cantidad? 

- No necesito más…

- ¡Dios mío! ¡Hasta yo mismo puedo darte un cheque por esa cantidad! ¡Lo haré si dejas en libertad al niño inmediatamente!

- No creo que quiera… ¡Pero me alegra que saques todo este tema legal! De eso precisamente quería hablar contigo… Supongo que para continuar conmigo, (perdona cielo, con nosotros) deberás dejar tu filtro hecho con leyes y empezar a usar uno hecho con valores. Lo que está pasando aquí es sólo una lección debida más.

- ¡Tú no eres nadie para dar lecciones de vida!

- No dije “lección-de-vida”, sino “lección-debida”, lección debida por todos a todos. Nunca dije que fuese yo quien la impartiese. ¡Eso es siempre recíproco!
 Decidí dedicarme a la educación y lo hice de esta forma. 

- Supongo que a estas alturas es ridículo que te pregunte si estudiaste magisterio…- comentó Leo con resignación.

 - Mi financiación viene de los rescates, - respondió Mara -, aunque lo que esos niños dejan aquí es mucho más valioso, y supongo que así es también con lo que ellos se llevan de vuelta a sus casas.

- ¿Esos? Así que es toda una tradición, por lo que veo… Dios mío…

- Si me permiten la intromisión – apareció Christian – me gustaría compartir con Jan mi experiencia. He estado aquí semanas, y no digo que el principio no fuera confuso, pero ahora todo es diferente. Clara me explicó cuál era la función que desempeñaba mi familia en el tejido económico del país, e incluso de otros países. Siempre se me había hablado del éxito, pero nunca de a costa de cuántas personas iba a conseguirlo. Sigo optando a heredar ese cargo de poder y algún día será mi generación la que pueda cambiar todo aquello que hoy no es justo. Tras mi estancia aquí, podré luchar por las cosas por las que nadie excepto ella me ha enseñado. Me contó cosas que no me agradaron al principio, o incluso me hicieron daño, pero cuando salga ahí fuera y pueda probarlas, entonces seré un poco más libre que antes.

- De hecho hasta que no salgas a probarlas y te formes una opinión propia, no quiero que empieces a luchar – Añadió Mara – Así que ¡disfruta! Tita Clara y tito Jan cuidarán de ti.

- Pero… - Leo no podía estar más confuso – llevando aquí tanto tiempo, la policía ya debe de estar pinchando las líneas y preparándote un castigo horrible por esto, especialmente si se trata de una familia influyente.
- ¡Eso sólo pasa en las novelas! – Respondió Mara, pocos segundos antes de escuchar golpear en la puerta:

¡Pum, pum pum! “¡Abran inmediatamente!”

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